Dormir o no dormir. Para muchas familias esa es la cuestión. El sueño es una de las preocupaciones principales de los padres expectantes y uno de las situaciones más complejas a la que se tienen que enfrentar una vez han nacido los niños.
Dormirle en brazos o en la cuna, colecho o en habitación separada, siestas sí o siestas no, cuántas siestas, duerme demasiado mi niño, duerme demasiado poco… Hay un millón de preguntas que nos surgen a los padres sobre el sueño y el dormir de nuestros pequeños, algunas de ellas tienen respuestas claras, mientras que otras muchas van a depender de la personalidad y las características propias de cada niño.
HORAS DE SUEÑO
Un dato bien establecido son las horas que debe dormir cada niño dependiendo de la etapa en la que se encuentre. Tened en cuenta que son horas totales de sueño durante el día, lo que duerman por la noche más la siesta (o siestas). Si los niños duermen menos rato por la noche deberán dormir más siestas por el día, y viceversa.
- Bebés (de 0 a 12 meses): 12 a 16 horas/día
- Niños pequeños (1-2 años): 11 a 14 horas/día
- En edad preescolar (3-5 años): 10 a 13 horas/día
- En edad escolar (6-12 años): 9 a 12 horas/día
- Adolescentes (13-18 años): 8 a 10 horas/día
Es importante también destacar que los niños dentro de estas etapas tienen diferentes fases de desarrollo, y que éstas afectarán al sueño de manera directa. La crisis de los 20 días, la de las 6 semanas o la de los 3 meses son momentos evolutivos en los que el comportamiento, y los hábitos de sueño, del niño se ve afectado de manera significativa por los cambios que se están dando en su cuerpo y en su cerebro.
LA IMPORTANCIA DE LAS RUTINAS
Hay diferentes trastornos del sueño que pueden aparecer durante la infancia, como son el insomnio, los terrores nocturnos o las parasomnias. Os iré hablando de ellos con más detalle en próximos posts.
Para tratar de minimizar el riesgo de aparición de estos trastornos, es muy importante establecer rutinas para el momento de irse a la cama, ya que está demostrado que ayudan a conciliar el sueño y a que aparezcan menos interrupciones durante el mismo. Hay que procurar que estas rutinas previas a irse a dormir impliquen poca actividad física por parte del niño (leer un cuento o cantar una canción por ejemplo), que las luces se vayan gradualmente reduciendo también y que no sean demasiado complejas, para que podamos repetirlas cada día de la misma manera. El objetivo de estas rutinas es que la mente y el cuerpo del niño “entiendan” que va llegando el momento de irse a la cama y que se vayan preparando para ello.
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