Empezamos a sentir emociones prácticamente desde el momento en el que nacemos. La complejidad de las mismas va desarrollándose a la vez que nosotros, y si bien al principio son muy sencillas y van asociadas a las funciones primarias de alimentación y sueño, enseguida podemos ver en los niños como emociones más complejas empiezan a aflorar.
Mi hija de dos años es un claro ejemplo. Bien es verdad que creo que cuenta con una genética privilegiada para la expresión emocional, con todo lo bueno y lo malo que esto supone. Pero ha sido maravilloso ver la evolución en su manera de sentir, expresar y comunicar sus propias emociones. En estos momentos puedes escucharla decir cosas como “Estoy un poco enfadada” o “Aita, ¿estás bien?”.
PONER VOZ A LAS EMOCIONES
En este contexto, es importante que como padres tengamos claras un par de ideas sobre como se forman y se desarrollan estas emociones:
- Los niños, sobre todo en los primeros años, no entienden sus propias emociones. Pensad en la mente del niño como una caja llena de ideas, pensamientos, sensaciones, y emociones que están desordenadas, cada una buscando su lugar. Es por ello muy importante que los adultos “pongamos voz” a estas emociones de vez en cuando “Creo que estás un poco enfadado porque nos tenemos que ir a casa” “Veo que te ha gustado mucho jugar con tus primos, ¡estás muy contento!”. De esta manera los niños empiezan clasificar con nuestra ayuda cada una de sus propias emociones.
- La regulación emocional es un proceso complejo que comienza con la madre o el padre ayudando al niño a gestionar sus propias emociones. El niño necesita de una ayuda externa que le permita sobrellevar sus propias emociones, que todavía no entiende muy bien y no sabe que hacer con ellas. Sin la presencia del adulto éstas pueden ser de una intensidad demasiado grande y pueden llegar a desbordar al niño.
- Este proceso complejo culmina con el niño aprendiendo a auto-regularse emocionalmente. Con el paso del tiempo y gracias a la experiencia con un adulto que le ayuda a entender y regular sus propias emociones, el niño empieza a “aprender” estrategias con las que poder tener el control sobre éstas.
Como comentaba en el post de la semana pasada, las emociones son enormemente complejas. El proceso implicado necesita unas capacidades cognitivas avanzadas en el niño, que sólo se van a adquirir en la presencia y contacto con un adulto sensible, que se preocupe por la salud emocional del pequeño. Esa es nuestra responsabilidad como padres.
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