EL TODO ES (MUCHO) MÁS QUE LA SUMA DE LAS PARTES

Foto de Mike Scheid en Unsplash

La escuela de la Gestalt tiene hasta 12 leyes y principios. La primera (denominada como Ley de la Totalidad) estipula que “El todo es diferente a la suma de las partes”. Estudiada por la Psicología y a la Filosofía, se puede aplicar también a la vida familiar, y en nuestro caso particular por ejemplo, puede explicar muchos de los cambios que hemos ido observando en nuestra familia con la llegada de nuestro segundo hijo.

Hace poco pasamos de ser tres a cuatro en casa. Una felicidad extrema. Y a su vez, una situación nueva a la que adaptarnos. Durante el embarazo, mientras nos preparábamos para la llegada del pequeño N, un montón de ideas revoloteaban en nuestra cabeza, y otro montón de ellas nos llegaban de nuestros padres, tíos, amigos, etc… Voy a exponeros brevemente nuestra experiencia hasta el momento, y de que manera nuestras expectativas, y las de las personas de nuestro alrededor, se han ido cumpliendo o no.

MINORIA CRECIENTE

  • Con el segundo hijo todo es más fácil. Sí… pero no. Es verdad que ya no somos padres primerizos, que las cosas ya no nos pillan de nuevo, y que la mayoría de las situaciones ya las hemos vivido. Pero eso no quiere decir que la vida sea de color de rosa. Las situaciones que “se repiten” no son réplicas exactas, más bien es como un rompecabezas que ha evolucionado y aumentado su complejidad. Cuando nuestra primera hija lloraba al atardecer porque tenía cólicos, nos volvíamos locos buscando alternativas que le calmaran (tenerle en brazos, menearle rápido, menearle despacio, ponerle canciones, ruidos de agua y un largo etc…). Ahora cuando el pequeño N. llora por los cólicos, uno de nosotros se rompe la cabeza tratando de recordar que hacíamos con la primera, y buscando nuevas alternativa ante el escaso éxito de las antiguas triquiñuelas, mientras el otro da de cenar a la mayor, le lee un cuento, le meta en la cama y se inventa una historia para dormir. Coser y cantar.

LOS CELOS LOS CARGA EL DIABLO

  • ¡Ojo con la mayor, ya veréis qué celos va a tener! Vaya por delante que nuestra hija es maravillosa. Es dulce, inteligente y extremadamente sensible. Además de esto, le encantan los bebés pequeños. Gran parte de la “culpa” creo que se debe al proyecto educativo tan bonito que tienen en la guardería a la que va, en la que los niños de diferentes edades están mezclados desde el primer día. Esto permite que los niños ya desde muy pequeñitos se acostumbren a estar con otros similares, algunos un poco más mayores y otros más pequeños. Aprenden a interactuar con ellos, cuando empiezan son los más mayores los que cuidan de ellos, y luego ellos mismos son los que se encargan de los bebés a medida que se hacen mayores y hay nuevos niños. Por ello, cuando nació nuestro segunod hijo, la idea de tener uno en casa le pareció maravillosa desde el principio.
  • Pero sin embargo, si bien es verdad que no hemos visto los celos típicos de manual, la pobre ha tenido un montón de emociones en las últimas semanas que todavía está aprendiendo a gestionar. Puede pasar de la más intensa alegría al llanto más deconsolado en cuestión de segundos, o le puedes ver acercarse a su hermano pequeño con una mezcla de rabia y amor que se le escapa entre sus dientes apretados. Ya lo dije en el post anterior, es un cambio gigántesco en un mundo que todavía está en construcción, y nuestra pequeña ha de adaptarse a él con las herramientas (emocionales) tan precarias con las que todavía cuenta.

 

 

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