Adam Paulman, de 65 años, asistió a una fiesta de abrazos en San Diego. Una treintena de personas pagaron 20 dólares para tocarse unos a otros sin intenciones sexuales”. Suena al comienzo de una novela de ciencia ficción. ¿No os parece? En la que se dibuja un futuro post-apocalíptico donde la humanidad ha perdido las aquello más básico y que le define como es la capacidad de relacionarse unos con otros.
Pues resulta que no, que es una artículo de El País que habla sobre una nueva epidemia a nivel mundial, la soledad. La pérdida de relaciones “cara a cara” que se está dando entre los más jóvenes es alarmante, y ya se comienzan a adivinar las consecuencias. Según la autora “ es una condición más dañina que la obesidad y tan perjudicial como fumar 15 cigarrillos diarios”.
Vivimos cada vez más aislados, esa es la realidad. Las nuevas tecnologías han llegado para quedarse, y van poco a poco ocupando el tiempo y el espacio que antes estaba dedicado a interactuar con otras personas. ¿Para que salir a tomar algo si puedes encontrar pareja con una app desde la comodidad de tu sofá? ¿Para que llamar a tu madre si necesitas la receta de arroz negro, si Siri te encuentra 100 alternativas en menos de 3 segundos?
Pero también es verdad que la realidad socio-demográfica está cambiando. Los núcleos familiares son cada vez más reducidos. Las familias tienden a expandirse y sus miembros se establecen en diferentes ciudades (y países) con mucha más frecuencia que en tiempos pasados. La globalización, las dificultades laborales, el continuo incremento del precio de la vivienda en las ciudades… Hay muchas y diversas razones que contribuyen a este fenómeno.
CUALQUIER TIEMPO PASADO NOS PARECE MEJOR
Hay una tendencia a demonizar las nuevas tecnologías y a pensar que “antes estábamos mejor”. Pero no es tan simple. No se puede responsabilizar únicamente a las tablets y los iphones de esta nueva epidemia que nos asola. Es un problema muy complejo que necesita de un análisis profundo para entenderlo en su totalidad.
Como bien dice Antonia Laborde “una conclusión obvia sería responsabilizar a la hiperconectividad, pero según la muestra mencionada, no existe una variación relevante entre quienes usan mucho o poco las redes sociales. El factor que define que una persona se sienta más o menos sola es la frecuencia con la que sostiene relaciones personales cara a cara”.
La tecnología no es el enemigo de las relaciones humanas, de hecho en muchas ocasiones las favorece. Pero el mal uso y abuso de las mismas, puede derivar en aislamiento social, soledad y en un individualismo no saludable.
ANIMALES (NO TAN ) SOCIALES
Somos animales sociales. Necesitamos de otras personas para entender quienes somos. Desde muy pequeñitos, a través de la interacción con los demás, descubrimos el mundo y esarrollamos nuestro potencial. Sin otras personas alrededor nuestro no seríamos capaces de sobrevivir, ni física ni psicológicamente.
Y paradójicamente, el momento actual en el que vivimos, rodeados de tecnología y con un acceso inmediato a la información y a la comunicación, nos está llevando a alejarnos de nuestra propia naturaleza. Como les gusta decir a algunos expertos, parece que estamos involucionando como especie.
INSTAGRAM VS REALITY
En mi opinión, este fenómeno es el resultado de una sociedad de consumo que está creando, a propósito, seres ansiosos, acomplejados y llenos de miedos. Y sobre todo, individuos desnaturalizados, que hemos perdido el norte y la perspectiva hace tiempo.
La tecnología, que tantos beneficios y soluciones ha aportado a la vida moderna, se está utilizando mayoritariamente con fines comerciales, dejando a un lado el bienestar psicológico y emocional de la sociedad, y haciendo caso omiso al sentido común. Nos están manipulando constantemente, y lo peor es que no nos damos cuenta. ¿Cómo puede ser que alguien con 500 amigos en Facebook se sienta solo? ¿Cómo puede ser que un adolescente se sienta aislado cuando con un solo click en su móvil puede llamar, mandar un mensaje, hacer una videollamada, enviar un vídeo, una foto o un audio? Me huele a chamusquina.
Hace tiempo ya comenzó a arrastrarnos la corriente, y no nos dimos cuenta. La dictadura de los “likes” nos aprieta y nos ahoga. Seguimos sonriendo mientras por dentro nos estamos dejando marchitar. Instagram vs Reality.
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